Por Adolfo Millabur
Presidente Identidad Territorial Lafkenche
Cuando ya era cerca de las tres de madrugada, quienes seguíamos desde la tribuna el debate y votación de la Ley de Pesca fuimos testigos de un último “saludo a la bandera” y del “tiro de gracia” para los Pueblos Originarios. El presidente del Senado informaba a la sala de una nueva indicación al respecto, necesitando de unanimidad para su discusión. El golpe final viene del senador, moralmente inhabilitado, Jovino Novoa, quien alzando su mano nos negaba la unanimidad. Es que a esa hora, algunos senadores tenían más ganas de ir a dormir con su derrota, y otros, encabezados por Longueria, deseaban continuar la noche en la bohemia de Valparaíso junto a los industriales, en un lugar ya reservado para celebrar el triunfo.
Así, con un sabor amargo, finalizó este proceso. De antemano sabíamos la posición del Gobierno y los intereses que resguardaba: asegurar de por vida, y de la mejor manera, a los industriales. A ellos, el Gobierno representó permanentemente en el Senado. No obstante, para nosotros siempre hubo una ventana de esperanza, que se provocara una reflexión más abierta, de respeto a los Pueblos Originarios.
Durante la discusión de la Ley de Pesca en el Senado fuimos testigos de la presencia de dos fuerzas antagónicas. Por un lado, una oposición disminuida, representanda por los senadores Tuma, Navarro, Muñoz, Gómez, Lagos, Quintana, Girardi y Rincón, frente a una nueva alianza que se conformó en pro de esta ley, entre la Democracia Cristiana y los partidos de Gobierno. Por una parte, unos que aspiraban a que los recursos hidrobiológicos, en este caso los pelágicos, se aseguraran como patrimonio de todos los chilenos y, en el otro extremo, los que planteaban la intención de privatizarlos y entregarlos de por vida a los industriales, la opción que finalmente el Gobierno impuso.
Al medio de este debate aparecían los Pueblos Originarios, como una especie de “piedra en el zapato”, tema que intermitentemente fue ocupando espacios de más o menos visibilidad, aunque era evidente la idea del bloque más fuerte, de alejarnos de la discusión.
Permanecimos estoicamente presentes durante toda esta discusión, para ser testigos que Chile, a través de su Parlamento, desconoció, atropelló, el derecho básico de un pueblo que es asegurar su alimentación. Porque los lafkenche hemos vivido siempre del mar. Nuestro alimento está en función del mar, y aquí, esta ley lo excluye y le prohíbe hacer uso de estos recursos para alimentarse y desarrollarse.
Además está el incumplimiento del Convenio 169 (OIT), en muchos puntos del artículado, pero principalmente en lo que se refiere al deber de consulta a los Pueblos Originarios y a la garantía de derechos para el uso de recursos naturales que históricamente hemos ocupado para vivir y desarrollarnos. Pero aquí primó el privilegiar a los aliados económicos y políticos que tiene el Gobierno, más que respetar y reconocer los derechos que poseen los Pueblos Originarios.
Esto es un evidente doble discurso, entre lo que se dice públicamente cuando hay situaciones de conflicto en la zona sur de Chile, en que se habla de potenciar el desarrollo de los Pueblos Originarios, pero a la vez se les pone llave al acceso de los recursos naturales que les son propios por cultura e historia.
Este Gobierno tiene muy claro que, mientras dirige el país, debe asegurar al máximo a los empresarios, a los grandes industriales. Y para la televisión, para los discursos del oído fácil, pregonan que es su preocupación el desarrollo productivo de los Pueblos Originarios. Esto es falso, así lo hemos comprobado de manera presencial, ellos preferirían que no existiéramos. Nosotros somos un problema, una dificultad para sus aspiraciones extractivistas, en que los recursos naturales son un trofeo de guerra más que un elemento vital para la sobrevida de la población, la alimentación de la humanidad.
El íntimo deseo del Gobierno y de sus aliados es que desaparezcamos, esta Ley niega el derecho a la vida a los Pueblos Originarios. Los mapuche lafkenche vamos a demostrar que somos capaces de superar esta dificultad, como ya lo hemos hecho con todas las barreras que se nos han puesto en la historia de Chile.
Que nos hagan leyes represivas, que nos quitan el derecho, no significa que nosostros no vamos a ejercerlos. Porque una cosa es lo legal y, otra, es lo legítimo. Nuestro único horizonte va a ser siempre, como cualquier mapuche consciente, luchar por lo legítimo, aunque hayan leyes que tengamos que vulnerar. Nosotros no somos responsables de infringir leyes que son enajenantes de nuestros derechos. Violar leyes como ésta será un orgullo y dignidad, porque está hecha sobre cimientos de atropellos de derechos.
Para salir al mar, a la pesca o a la recolección, siempre está presente para nosotros las condiciones del tiempo. Y ya habrá nuevos tiempos, y vientos más favorables. Sabremos identificar aliados, como la sociedad civil organizada, que también está avizorando nuevos tiempos. Eso nos debe animar porque probablemente tendremos que por la fuerza, por la necesidad de la sobrevida, vulnerar la Ley de Pesca.
Para nosotros la Ley de Pesca no tienen validez, no la reconoceremos mientras no nos considere nuestros derechos como Pueblos Originarios. Además haremos todo lo necesario para que se ponga en la línea correcta los derechos de los pescadores artesanales, que también fueron vulnerados. Vendrán nuevos tiempos en el litoral, y los vamos a construir nosotros, unidos.
En lo inmediato, el camino que sigue será recurrir al Tribunal Constitucional, porque aquí se han pasado a llevar los derechos colectivos de los Pueblos Originarios y se hipoteca la seguridad y soberanía alimentaría del pueblo chileno. La Constitución política que hoy rige a este país, es herencia de la Dictadura, y durante el debate de la Ley de Pesca siempre se recurrió a ella, en relación a que se debía respetar lo que establecía, y sobre todo, el respeto a la propiedad privada. No así la propiedad colectiva de los pueblos, esa no fue considerada.
Esperamos que el tribunal dé razón y reconozca la vulneración de los derechos de los Pueblos Originarios, lo que significará que esta ley seguirá el destino que el tribunal establezca. Eso se lo advertimos al Gobierno y al Parlamento, desde que comenzó a discutirse esta ley. No escucharon. Ahí verán cómo resuelven. El problema se lo han creado ellos mismos.
Extraido de http://aureliennewenmapuche.blogspot.com/
Presidente Identidad Territorial Lafkenche
Cuando ya era cerca de las tres de madrugada, quienes seguíamos desde la tribuna el debate y votación de la Ley de Pesca fuimos testigos de un último “saludo a la bandera” y del “tiro de gracia” para los Pueblos Originarios. El presidente del Senado informaba a la sala de una nueva indicación al respecto, necesitando de unanimidad para su discusión. El golpe final viene del senador, moralmente inhabilitado, Jovino Novoa, quien alzando su mano nos negaba la unanimidad. Es que a esa hora, algunos senadores tenían más ganas de ir a dormir con su derrota, y otros, encabezados por Longueria, deseaban continuar la noche en la bohemia de Valparaíso junto a los industriales, en un lugar ya reservado para celebrar el triunfo.
Así, con un sabor amargo, finalizó este proceso. De antemano sabíamos la posición del Gobierno y los intereses que resguardaba: asegurar de por vida, y de la mejor manera, a los industriales. A ellos, el Gobierno representó permanentemente en el Senado. No obstante, para nosotros siempre hubo una ventana de esperanza, que se provocara una reflexión más abierta, de respeto a los Pueblos Originarios.
Durante la discusión de la Ley de Pesca en el Senado fuimos testigos de la presencia de dos fuerzas antagónicas. Por un lado, una oposición disminuida, representanda por los senadores Tuma, Navarro, Muñoz, Gómez, Lagos, Quintana, Girardi y Rincón, frente a una nueva alianza que se conformó en pro de esta ley, entre la Democracia Cristiana y los partidos de Gobierno. Por una parte, unos que aspiraban a que los recursos hidrobiológicos, en este caso los pelágicos, se aseguraran como patrimonio de todos los chilenos y, en el otro extremo, los que planteaban la intención de privatizarlos y entregarlos de por vida a los industriales, la opción que finalmente el Gobierno impuso.
Al medio de este debate aparecían los Pueblos Originarios, como una especie de “piedra en el zapato”, tema que intermitentemente fue ocupando espacios de más o menos visibilidad, aunque era evidente la idea del bloque más fuerte, de alejarnos de la discusión.
Permanecimos estoicamente presentes durante toda esta discusión, para ser testigos que Chile, a través de su Parlamento, desconoció, atropelló, el derecho básico de un pueblo que es asegurar su alimentación. Porque los lafkenche hemos vivido siempre del mar. Nuestro alimento está en función del mar, y aquí, esta ley lo excluye y le prohíbe hacer uso de estos recursos para alimentarse y desarrollarse.
Además está el incumplimiento del Convenio 169 (OIT), en muchos puntos del artículado, pero principalmente en lo que se refiere al deber de consulta a los Pueblos Originarios y a la garantía de derechos para el uso de recursos naturales que históricamente hemos ocupado para vivir y desarrollarnos. Pero aquí primó el privilegiar a los aliados económicos y políticos que tiene el Gobierno, más que respetar y reconocer los derechos que poseen los Pueblos Originarios.
Esto es un evidente doble discurso, entre lo que se dice públicamente cuando hay situaciones de conflicto en la zona sur de Chile, en que se habla de potenciar el desarrollo de los Pueblos Originarios, pero a la vez se les pone llave al acceso de los recursos naturales que les son propios por cultura e historia.
Este Gobierno tiene muy claro que, mientras dirige el país, debe asegurar al máximo a los empresarios, a los grandes industriales. Y para la televisión, para los discursos del oído fácil, pregonan que es su preocupación el desarrollo productivo de los Pueblos Originarios. Esto es falso, así lo hemos comprobado de manera presencial, ellos preferirían que no existiéramos. Nosotros somos un problema, una dificultad para sus aspiraciones extractivistas, en que los recursos naturales son un trofeo de guerra más que un elemento vital para la sobrevida de la población, la alimentación de la humanidad.
El íntimo deseo del Gobierno y de sus aliados es que desaparezcamos, esta Ley niega el derecho a la vida a los Pueblos Originarios. Los mapuche lafkenche vamos a demostrar que somos capaces de superar esta dificultad, como ya lo hemos hecho con todas las barreras que se nos han puesto en la historia de Chile.
Que nos hagan leyes represivas, que nos quitan el derecho, no significa que nosostros no vamos a ejercerlos. Porque una cosa es lo legal y, otra, es lo legítimo. Nuestro único horizonte va a ser siempre, como cualquier mapuche consciente, luchar por lo legítimo, aunque hayan leyes que tengamos que vulnerar. Nosotros no somos responsables de infringir leyes que son enajenantes de nuestros derechos. Violar leyes como ésta será un orgullo y dignidad, porque está hecha sobre cimientos de atropellos de derechos.
Para salir al mar, a la pesca o a la recolección, siempre está presente para nosotros las condiciones del tiempo. Y ya habrá nuevos tiempos, y vientos más favorables. Sabremos identificar aliados, como la sociedad civil organizada, que también está avizorando nuevos tiempos. Eso nos debe animar porque probablemente tendremos que por la fuerza, por la necesidad de la sobrevida, vulnerar la Ley de Pesca.
Para nosotros la Ley de Pesca no tienen validez, no la reconoceremos mientras no nos considere nuestros derechos como Pueblos Originarios. Además haremos todo lo necesario para que se ponga en la línea correcta los derechos de los pescadores artesanales, que también fueron vulnerados. Vendrán nuevos tiempos en el litoral, y los vamos a construir nosotros, unidos.
En lo inmediato, el camino que sigue será recurrir al Tribunal Constitucional, porque aquí se han pasado a llevar los derechos colectivos de los Pueblos Originarios y se hipoteca la seguridad y soberanía alimentaría del pueblo chileno. La Constitución política que hoy rige a este país, es herencia de la Dictadura, y durante el debate de la Ley de Pesca siempre se recurrió a ella, en relación a que se debía respetar lo que establecía, y sobre todo, el respeto a la propiedad privada. No así la propiedad colectiva de los pueblos, esa no fue considerada.
Esperamos que el tribunal dé razón y reconozca la vulneración de los derechos de los Pueblos Originarios, lo que significará que esta ley seguirá el destino que el tribunal establezca. Eso se lo advertimos al Gobierno y al Parlamento, desde que comenzó a discutirse esta ley. No escucharon. Ahí verán cómo resuelven. El problema se lo han creado ellos mismos.
Extraido de http://aureliennewenmapuche.blogspot.com/